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Edvard Munch

Loten, Noruega, 1873 - Ekely, cerca de Oslo, 1944 Pintor y grabador noruego. La estilización de la figura, la prolongación de las líneas y, en ocasiones, el intenso dramatismo y la intensidad cromática, hicieron del estilo del pintor noruego Edvard Munch uno de los modelos estéticos del expresionismo en las primeras décadas del siglo XX.

Sufrió la pérdida de sus seres queridos a una edad muy temprana, y el espectro de la muerte, que pobló su infancia, le acompañaría durante toda su vida, convirtiéndose en uno de los temas recurrentes en su obra. En 1885 realizó el primero de sus muchos viajes a París, donde se familiarizó con los movimientos pictóricos más avanzados y se sintió especialmente atraído por el arte de Paul Gauguin y Henri de Toulouse-Lautrec. Rápidamente desarrolló un estilo muy personal basado en la acentuación de la fuerza expresiva de la línea, la reducción de las formas a su expresión más esquemática y el uso simbólico y no naturalista del color, de ahí su clasificación como pintor simbolista.

En 1908, Edvard Munch, tras una tormentosa relación sentimental y víctima del alcohol, sufrió una grave enfermedad nerviosa, por la que tuvo que ser internado en el hospital psiquiátrico del Dr. Jacobsen en Copenhague, del que salió completamente curado. En 1908 regresó definitivamente a Noruega, donde recibió algunos encargos oficiales (pinturas para el auditorio de la Universidad de Oslo) y pasó sus últimos años en soledad. Munch legó todas sus obras a la ciudad de Oslo, que conservó hasta su muerte en 1944.

La obra de Edvard Munch se caracteriza por un sentido trágico de la vida y la muerte, típico de toda la literatura escandinava, desde Henrik Ibsen hasta August Strindberg. Aunque sus primeros cuadros estaban influidos por los impresionistas, ya que conocía las obras de Gauguin y Van Gogh, pronto se decantó por la idea de plasmar los sentimientos, exteriorizando las sensaciones de angustia y soledad humanas. Su etapa de madurez está impregnada de ese "sentimiento trágico" que tanto caracterizó a los románticos, pero sacado del contexto del romanticismo y llevado a sus últimas consecuencias, dándole un valor "absoluto", como algo de lo que el hombre no puede liberarse.

Su obra más emblemática es El grito (1893, Nasjonalgalleriet, Oslo), uno de los cuadros que más vívidamente refleja el horror y la angustia humanos. La figura en primer plano expresa un terror inconmensurable. La angustia de la soledad del pintor noruego, su desesperación por no encontrar el sentido de la vida y su relación con el abismo se reflejan intensamente en su obra.

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