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Nuestro lienzo está estirado a mano de forma profesional y con una capa de tinta protectora para un acabado superior de calidad de museo.
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Descripción
William Turner fue testigo de este acontecimiento ocurrido el 16 de octubre de 1834 en Londres, el Palacio de Westminster, el palacio utilizado como sede del Parlamento del Reino Unido, desde la orilla sur del Támesis. Registró lo que vio en rápidos bocetos en acuarela que son la base de este cuadro. Las llamas consumen la Iglesia de San Esteban, la Cámara de los Comunes y, curiosamente, el fuego parece apoderarse de las torres de la Abadía de Westminster, que se salvarán. Ver más
A la derecha hay una vista de pájaro del puente de Westminster, cuya escala está exagerada para intensificar el dramatismo.
Aquí casi se pueden oír las llamas que consumen el edificio. Turner revela otro rasgo emblemático de su obra: la perspectiva. Utiliza el puente de Westminster para dar profundidad al cuadro. Acentúa el horizonte colocando en el fondo del lienzo las dos torres doradas que surgen de las llamas.
Sobre William Turner
(Londres, 1775-id., 1851) Pintor británico. Turner fue un artista precoz, admitido como alumno en la Royal Academy a los catorce años, de la que fue nombrado miembro asociado en 1799, a los veinticuatro años, y de la que fue también, más tarde, profesor y vicepresidente. Su temprana afición a la pintura se convirtió desde el principio en una vocación de paisajista, hasta el punto de que el paisaje fue el único tema que cultivó y del que se convirtió en un maestro indiscutible. Ver más
A partir de 1792, tomó la costumbre de anotar paisajes y vistas para venderlos a grabadores o transformarlos posteriormente en óleos o acuarelas. Esta línea de trabajo, mantenida durante toda su vida, está en el origen del gran número de dibujos que dejó tras su muerte, así como de los incluidos en obras como Puertos de Inglaterra o Vistas pintorescas de las costas del sur de Inglaterra.
Aunque su obra fue objeto de muchas discusiones, tuvo admiradores y mecenas incondicionales, como el Tercer Conde de Egremont y John Ruskin. Por ello, disfrutó de un gran alivio económico, que le permitió realizar constantes viajes a diferentes países (Francia, Suiza, Italia), de los que guarda un recuerdo memorable, como por ejemplo su serie de vistas de Venecia.
Desde el principio, sus paisajes son totalmente románticos por el carácter dramático de los temas que trata y muestran un interés particular por el espacio atmosférico y los efectos de luz. Estos dos rasgos, más característicos de su particular estilo, siguieron estando presentes hasta el final de su carrera, aunque en composiciones cada vez más esquemáticas y abstractas en las que el color ocupaba un lugar absoluto. En sus últimos años, llevó una existencia solitaria, con la presencia casi exclusiva de su amante, Sophia Booth.