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Titulado originalmente Mujer enamorada, este cuadro puede considerarse un símbolo de lo que Munch consideraba los actos esenciales del ciclo vital femenino: la relación sexual, que conduce a la fecundación, la procreación y la muerte. El primer acto se pone de manifiesto en el propio cuadro, una variación intensificada y espiritualizada de la pose de apareamiento en el desnudo, con la mujer representada tumbada bajo su amante. Ver más
El hecho de que Munch asociara esta imagen con la muerte se desprende de sus propios comentarios sobre el cuadro, en los que consideraba que representaba el eterno proceso cíclico de generación y decadencia de la naturaleza. Asociaba constantemente el amor con la muerte.
De hecho, Munch, que no podía aceptar el cristianismo ni un dios personal, veía la generación y metamorfosis continuas de la vida desde una perspectiva religiosa, subsumiendo sus componentes espirituales y materiales. El halo rojo sangre que rodea la cabeza de la mujer podría considerarse la contrapartida espiritual de los toques de rojo en sus labios, pezones y ombligo. Parece flotar entre bandas de luz de colores que recuerdan al art nouveau. Sin embargo, lejos de distorsionarla, parecen una emanación sobrenatural, quizá derivada de la noción espiritista de aura, que rodea a todos los individuos pero que sólo es visible para los médiums.