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Paul Gauguin pasó casi cuatro meses, desde junio hasta octubre de 1887, en Martinica, y quedó deslumbrado por la belleza de la isla y la riqueza de los motivos que tenía ante sus ojos. Poco después de su llegada, se estableció en compañía de su amigo el pintor Charles Laval en una cabaña construida en una propiedad a dos kilómetros al sur de Saint-Pierre. La vista desde su nuevo hogar era impresionante, con el mar extendiéndose debajo de ellos y una playa de arena invitando a nadar, rodeada de cocoteros y otros árboles frutales, creando un festín visual para el pintor de paisajes. Ver más
Lo que más fascinó a Gauguin durante su estancia en Martinica fueron las personas, especialmente las mujeres. Quedó cautivado por sus coloridos atuendos y sus movimientos graciosos, que ofrecían infinitas variaciones. En ese momento, su enfoque principal era crear bocetos para familiarizarse con su carácter, con planes de hacer que posaran para sus futuras obras. Observaba cómo estas mujeres charlaban constantemente mientras cargaban pesadas cargas en sus cabezas, notando la singularidad de sus movimientos y el papel esencial que desempeñaban sus manos en armonía con el balanceo de sus caderas.
En resumen, la estancia de Gauguin en Martinica fue un período de intensa fascinación e inspiración. La belleza natural de la isla y sus habitantes se convertirían en temas significativos en su arte futuro.